jueves, 24 de enero de 2008

Fray Saturnino

En el convento Tajúa se ha conocido la historia licenciosa de Saturnino.
Cuentan que en este lugar, dicho novicio, en las noches de los viernes,
tras los oficios, se entrega a rituales y extraños vicios.

Fray Saturnino, Fray Saturnino.

En un convento del lugar, no muy distante,
Saturnino Fernández tiene una amante.
Pero ha inventado el muy truhán, un artificio
para irse a buscar otro orificio.

A los frailes del convento ha convencido
a saltarse el reglamento de los novicios:
“Más que irnos a dormir, tras los maitines,
podemos ir a pillar un nuevo ligue.”

Yo conozco a unas mocitas en la abadía
a las que gusta la marchita y la alegría.
Cuentan que sus bodegas siempre están llenas
de un vinillo que calienta las entrepiernas.

Los Tajúas salen dispuestos cual animales
a entregarse a los placeres más terrenales.
A la puerta de la bodega, todos se paran.
¿Dónde está la llave, quién la llevaba?
Saturnino rebusca en su sotana:
“Se me cayó al saltar por la ventana.”
Aguardarme un momento, que pronto vuelvo.

Pero al volver por la llave, Satur recuerda,
que en el otro convento alguien le espera.
Y los Tajúas esperan toda la noche.
¿Dónde estará Saturnino quién sabe dónde?

¡Qué truhán, qué truhán, qué truhán,
que plantas a los Tajúas y te marchas con Pilar!

Fray Saturnino, Fray Saturnino.

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